El telar, la orfebrería o la artesanía con maderas que entrega el mar son algunos de los oficios tradicionales mapuche que están renovando su fuerza en la actual Región de los Ríos. Estos haceres no se desarrollan aleatoriamente si no que están ligados íntimamente al entorno natural y geográfico de donde históricamente se han desarrollado, siendo diferente lo que se lleva a la práctica en la costa, la cordillera o la zona intermedia de la actual Región de los Ríos. “La identidad mapuche se compone de una diversidad en el ámbito lingüístico, espiritual y sociocultural. Si bien es cierto compartimos rasgos comunes en cuestiones que son fundamentales, se da una realidad particular en asuntos específicos por ejemplo el trabajo, sistemas de alimentación, entre otros” explica Victorino Antilef Ñanco de Lof Antilhue cerca de Malalhue.
El Magíster en Educación Intercultural Bilingüe, plantea que existe además otra pertenencia arraigada que implica un ordenamiento territorial articulado por ríos, lagos y volcanes “las comunidades que están asentadas en las riveras de los lagos que constituirían realidades particulares. En estos espacios, la construcción social, territorial y la vivencia espiritual que hay está ligada especialmente a estos elementos que son reales y naturales, pero que se constituyen simbólicos en el ámbito espiritual. Por ejemplo están los volcanes, los cerros altos que son los treng treng, los ríos, los lagos y avanzando hacia la costa está el lafken” comenta Antilef. En este ordenamiento de los espacios significativos dentro del territorio destacan como articuladores y continuidad de cordillera a mar, el Wenuleufu (Río Bueno) y la cuenca del Río San Pedro. Según el quimche (sabio mapuche) esto va configurando una diversidad de identidades más propias o locales que han sido históricas, pero que también forman parte de la identidad actual de la Región de los Ríos.
La relación estrecha y profunda con el territorio también se observa en lo lingüístico en la cultura mapuche, la toponimia o nombre de los lugares, así como las familias y personas recogieron sus nombre de acuerdo a los espacios que vivían “por eso en la costa tenemos la familia de los Laf, Lienlaf, Marilaf, Catrilaf, vienen todos de esa zona porque Laf tiene que ver con eso, con el mar” explica Victorino Antilef
Los oficios: otra forma de comunicar
En consonancia con estas particularidades y realidades locales el Plan de Revitalización Cultural 2018 – 2020 de la Subdirección de Pueblos Originarios Región de Los Ríos del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural ha desarrollado talleres en los que las distintas comunas y organizaciones mapuche encausan cómo abordarán la enseñanza del mapudungun mediante la formación de artes y oficios. La otra línea de trabajo presente en el plan guarda relación con diversas actividades para la recopilación y difusión de la memoria local sobre cultura ancestral y territorio del pueblo mapuche.
Los oficios seleccionados en cada uno de los territorios tiene que ver con las materias primas disponibles en la zona, así como la tradición propia del lugar, por ejemplo en La Unión se desarrollaron talleres de trabajo con cuero dado que las comunidades del sector poseen animales o en Corral se trabajó con artesanía a base de madera que se recolecta del mar. En otros casos se optó por joyería mapuche, telar o instrumentos musicales, entre otros oficios. Estas actividades impulsadas por el programa especializado del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio ha realizado talleres con 60 participantes anuales entre las acciones realizadas en Corral, Paillaco, Lago Ranco, La Unión, Río Bueno, Valdivia.
Fabiola Oyarce Barahona, de la comunidad lafkenche Pitrullanco de Corral se siente satisfecha con la experiencia vivida en el taller de artesanía en madera recogida del mar, pues le sirvió para diversificar sus habilidades como artesana “fue muy importante porque teniendo el recurso acá, pudimos aprender a desarrollar otro oficio con recursos que nos da y arroja el lafken”. Cabe destacar que Fabiola también desarrolla jabones con algas de mar.
Fabiola fue parte de los talleres de oficio el año pasado que se realizaron en dos etapas a lo largo de todo el 2019. Ella participó en Corral junto a su marido y destaca la diversidad de productos que fabricaron “Fue un trabajo maravilloso, desde fuentes, servicios, vanitorio, bateas. Yo aprendí a hacer mis propios botones de madera, los cuadros o marcos para hacer telares decorativos. Mi marido estuvo aprendiendo a hacer una Pifüllka, un wanco (pisos para sentarse)”
Ella además destaca la posibilidad de aprender más mapudungun y conocer las diferencias del ser mapuche dependiendo de la zona en la que se habita. Esto, pues el monitor provenía de la comuna de Lanco del sector conocido como Lumaco. “Es un intercambio de saberes porque su cultura no es la misma a la que estamos acostumbrados acá”.
Diseños acorde al lugar
Verónica Henríquez Antimanque pertenece a la comunidad mapuche de Román Millapan y la Asociación Futa Trawun de Paillaco ha participado de los talleres de telar (witral) y orfebrería. Ella coincide con Victorino Antilef que “los diseños cambian totalmente de un lugar a otro, los colores son otros. En cada telar se cuenta su historia, hay una manera de hablar en nuestros telares, ya sea en el diseño para nuestros trariwes (fajas), los makum (poncho). Hemos estado aprendiendo el diseño de cada parte de nuestra vestimenta. Para nosotros es fundamental recuperar nuestra cultura, nuestro saber.”
En Paillaco también se han estado desarrollando talleres de orfebrería mapuche y Verónica rescata el lenguaje propio escondido en este oficio que “nuestras joyas dicen mucho de nuestra cultura, de cómo somos como mujeres, nos damos a conocer con nuestros aros, con nuestros trariwes (fajas), con todo lo que usamos como mujer, todo es un hablar, es una presentación de nuestra persona”
Ese proceso de trabajo colectivo ha sido muy nutritivo para Verónica, pues al agruparse se potencia la práctica del mapudungun y también del trafkintu (intercambio) entre las participantes, dado que el trabajo del telar tiene muchas tareas asociadas que va desde la esquirla de la oveja, hasta el tinte con múltiples hierbas medicinales. “En las capacitaciones o encuentros, las lamgnien cuentan su historia y hacen el trabajo en común. Si hay que ir a cortar lana van todas las lamgnien, si hay que ir a lavar la lana al río van todas juntas y en las conversaciones, en el hablar se entrega el kimün, el saber y también el mapuzungun. En estos encuentros también se produce el trafkintu que es muy importante en nuestro pueblo. La lamgnien tiene más de una planta o vegetal para teñir la lana, se va a ese territorio a la casa de la ñaña a hacer el teñido de la lana. Y si la otra tiene el pillo pillo o la barba de manzano donde hay más quintas, entonces se van rotando las lamgnien y van aprendiendo. Y en cada territorio, en cada casa hay una historia de familia” comenta Verónica Henríquez.
Enfocando esta riqueza y diversidad a los oficios de acuerdo al respectivo territorio, Victorino Antilef explica además como el trabajo no está separado de la vida cotidiana y de la herencia colectiva familiar y como pueblo. “Ciertos grupos o familias heredaron antiguamente un conocimiento que lo resguardaron, lo traspasaron y transmitieron a las nuevas generaciones. Estos haceres primeramente tuvieron una visión de poder resolver un tema existencial primero con la gente, con la familia”. Según plantea el quimche, si la persona conoce por ejemplo de tejido, como consecuencia su familia dispone de un bien muy necesario como el “makum” (manta) o un trariwe (faja). Por tanto ese quehacer abastece tanto a la familia como a los territorios, pues esa vestimenta es usada en instancias espirituales como el nguillatun y también eventos socioculturales. Esta misma situación se da con el trabajo de la greda, de la madera, de las fibras vegetales y la platería, entre otros.
Por esta razón, estas producciones hechas a mano responden a una necesidad de uso, como parte de una cultura, ante que a la fabricación de un producto creado netamente para la venta. Por esta razón Antilef llama a los jóvenes que están asumiendo estos oficios a no perder el sentido original y profundo. “Que no se asuma solamente como un forma de tener un bien, sino que es un compromiso con la vitalidad cultural como mapunche”.
Verónica Henríquez de Paillaco cree que cuando se vende una prenda en una feria artesanal o se sirve un plato de gastronomía mapuche no hay que soltar el hecho que pueda ser un proceso de transmisión cultural por lo que hay que autoeducarse como mapuche para entregar conocimiento con saberes propios. “Uno tiene que saber responderle al turista y enseñar también de nuestra cultura”.
Amenazas a la continuidad de los oficios
Dado que el contexto histórico actual, la vitalidad de los distintos trabajos artesanales presenta ciertas amenazas, en especial si los entornos naturales están sufriendo serias modificaciones que no permiten la sana reproducción de la vida mapuche “tenemos que salir a las cordillera porque acá en Paillaco estamos rodeados de forestales. Estamos quedando sin plantas medicinales para la tintura de nuestras lanas. Las ñañas tampoco tienen tantas ovejas porque estamos reducidos, ahora estamos viviendo con suerte en 1 o 2 hectárea de tierra la familia completa. Esto es doloroso para nosotros”.
Por razones como estas es que la revitalización cultural implica un compromiso mayor “ejercer un oficio permite generar un bien necesario para la vida mapuche o para actualmente generar un ingreso económico, pero ante todo implica hoy en día un compromiso con la vitalidad cultural, los valores que la gente tiene que tener consigo mismo como mapunche, con su entorno, con su medio y posteriormente resolver temas que tienen que ver con cosas más personales. Esto tiene que ver con esta visión de estar vinculado con su mapu, con la naturaleza y por otro lado está ese compromiso de incorporar los otros elementos constitutivos de la cultura como el idioma”