La historia de vida de Segundo Márquez estuvo marcada profundamente por el maremoto del 60, y su presencia se mantendrá en la memoria de los habitantes de Cucao por siempre, donde lo recordamos como el “Héroe del Maremoto”.

Corría el Domingo 22 de mayo de 1960 cuando sobrevino la catástrofe en Cucao, según el recuerdo de Arturo Gómez:

“La ola vino como a las 2 de la tarde, empezaron olas y más olas, llanto, meta llanto, y el agua tomaba al que iba mal, y ahí salimos para arriba, para la gruta… Por suerte las alcanzó a ver Segundo Márquez”.

El terremoto y maremoto de 1960 significó un hito en la historia de Cucao, un hecho que se integró a la memoria e identidad cucahuana de forma tal que hasta el día de hoy se hable “antes del maremoto y después del maremoto”.

Junto a lo anterior, aparecen en el escenario cotidiano de Cucao, para quedarse por siempre, los “personajes símbolos”: don Segundo Márquez, quien ‘avisó la ola’ y evitó una catástrofe mayor; Paulino Gómez, quien tenía 8 días de vida en el momento del maremoto y fue salvado por Segundo Márquez; don David Alvarez, quien estaba enfermo y de avanzada edad, que al momento del maremoto lo trasladaron la iglesia y ésta se encontraba cerrada, por lo que lo dejaron –armado de un escapulario- en la casa del profesor Agustín, siendo ésta la única casa que no se llevó el mar, y desde la cual observará con un profundo dolor como las fuerzas de las olas destruían y arrasaban con todo lo que iban encontrando en su camino, las casas, los animales, el trigo y las papas para el invierno, los árboles, todo, incluida la iglesia donde iba a ser dejado, y cuya puerta no pudieron abrir, de ahí que se hable del “milagro de don David Alvarez”.

El dia 2 de febrero de 1993, hacen exactamente 30 años, don Segundo Márquez me recibe en su casa, y acompañados de un mate nos largamos a conversar.

“Hábleme del maremoto del 60”, de la “salida de mar”, como él le llamaba, la historia pudo ser distinta, si no es por usted, le digo…

Don Segundo Marquez, hombre de pocas palabras y de trato amable, cuando se trata de hablar del maremoto rellena el mate, se echa para atrás, se traslada al domingo 22 de febrero de 1960, se queda un rato en silencio, rearmando los recuerdos, se inclina, y tomando fuerza me entrega su relato, que desde ahora es de todos quienes que lo acompañamos en su despedida:

“Era un día bonito en la mañana. Más o menos como a las 2 y tanto se empezó a oscurecer un poco. Nosotros estábamos jugando a la pelota cuando vino un ruido del norte, de la cordillera, y se viene encima la cordillera y el ruido, y empieza a quedar blando…

Ahí se viene el temblor, las casas viejas se empezaron a ir abajo, la campana de la iglesia comenzó a tocar, y ahí nos asustamos todos.

Yo andaba de a caballo y en eso me vine para a la casa a apagar el fuego. Cuando llegué estaba todo dado vuelta, todo, fuego no había, se había apagado con el agua que se había dado vuelta el fogón.

En eso yo salgo para afuera de la casa mia y miro para el lado sur y se viene la ola de abajo contra el cerro. La ola debió ser de unos 6 metros, dando vueltas con matas y con todo lo que había subiendo para el norte por el río.

 Ahí yo parto para abajo avisar a la gente que se venía el mar.

La gente está abrazándose, llorando, gritando, asustado del pánico del movimiento y en eso me encontró la ola que ya venía, la misma ola que dejé vista para allá abajo, venía y en eso yo corté para arriba, para los cerros.

Esa ola no fue muy grande, la primera, allá abajo, llegaría de 1 metro más o menos sobre el camino, pero esa ya votó las casas porque estaban removidas por el temblor.

La segunda ola yo la vi de acá arriba del cerro, esa fue más alta, esa se llevó todas las casas. Incluida la iglesia grande que había, Laura levantó enterita para arriba y se la llevó a la laguna, y con todas las casas hizo lo mismo, todas terminaron en la laguna, solamente la casa Hermita se salvó porque la agarró de culata, y la del profesor Agustín.

Luego ya se vino la tarde, se vino una llovizna, todos alojados arriba del cerro ese día, a puro campo.

No nos quedó nada a nosotros, ninguna cosa, se llevó todo para la laguna. Fue una cosa muy grave, muy triste, pero si no hubiera avisado se iban a morir unos varios, porque se iban buscando la iglesia, en eso estaban, en que se reunieran todos para rezar, pero si hubieran estado dentro de la iglesia no se iba a salvar ninguno. Cuando avise salieron todos para el cerro, y ahí se salvaron”, concluye don Segundo Márquez.

Sin embargo, la importancia de Segundo Marquez en el maremoto del 60 va mas allá, y su heroísmo se acrecienta, de acuerdo al relato emocionado y agradecido de Paulino Gomez:

“Yo tenía 8 días de vida, naci el 13 de mayo. Mi mamá tuvo que levantarse para salvarse, y para salvarme a mi. Entonces la persona que dio la alarma que se venía el mar, Segundo Marquez, ese hombre iba a caballo, y había otra mujer que trabajaba donde la tía mia, donde la tía Mena, Orfelina Cayun se llamaba esa mujer, y ella me salvo, me llevó en brazos para que mi mamá, que estaba avanzada de edad, pudiera avanzar, y ahí me pasó a traer el hombre de a caballo, Segundo Marquez, me tomó fuerte de la cadera, y me llevó adelante, batiendo a galope…

De ese tiempo yo quedé enfermo de la pierna, con la cadera suelta, con el paso de los años se dieron cuenta cuando empecé a caminar, como no había hospital entonces me dejaron, me crecí, me hice cabro, me hice adulto, y así me quedé…

Yo le debo la vida esa mujer y a Segundo Marquez, y la gente me tiene como un símbolo, porque sobreviví, por eso mi madrina me puso Paulino Salvador… y cada vez que la gente me ve caminando se tiene que acordar del maremoto, como la gente nueva, que ha escuchado la historia.”

Para la memoria colectiva del poblado de Cucao el maremoto de 1960 quedó marcado a fuego, se había pasado del jolgorio al drama, la vida apacible y tranquila dejó su lugar a la desazón y la desesperanza, por lo menos así fue en un principio, luego había que levantar el pueblo otra vez.

Ya terminando los mates, la conversa y el recorrido por el pasado, don Segundo Márquez me mira, suspira y, como a modo de despedida, relata:

“Al dia siguiente la ola se había retirado, pero dejó todo limpiado, no habían casas ni cercos, no había nada, todo era arenal… De ahí la vida empezó de nuevo, fue triste, pero siguió la vida, de a poquito, otra vez, como en toda parte para sobrevivir se hace algo, de a poco se empieza, años nos demoramos… Muchos, casi la mitad, se fueron, y con los que quedamos armamos Cucao de nuevo”.

Hoy, en el dia de su despedida, los habitantes de Cucao, agradecidos y emocionados, como también lo sentimos aquellos que no siendo Cucahuanos allí tenemos nuestros amigos y nos sentimos parte de este momento solemne, sobre todo aquellos que conocimos a Don Segundo Marquez, le rendimos este homenaje, que es parte de su historia, que es parte de la historia del pueblo que tanto quiso y que quedó inmortalizado en ella, como el “Héroe del Maremoto”.

Hoy, en el día de su despedida, le damos las gracias a don Segundo Márquez, nuestro compromiso es mantener viva su memoria en nuestros hijos y en los hijos de nuestros hijos, en la historia de nuestro pueblo.

Martín Correa Cabrera

Historiador

31 de enero de 2023

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