Nuestras playas son de piedra, arena o barro. No de plástico. Cabos, nylon, botellas, plumavit (poliestireno expandido) y boyas. Son una forma de contaminación física en el mar y playas, conocidas genéricamente como “macroplásticos”. Son elementos que hemos normalizado visualmente en nuestro paisaje chilote desde hace veinte o treinta años. Mismas décadas, en que nos acostumbramos a comprar en el supermercado el jurel que antes se encontraba en abundancia y gratis en nuestros mares.

Dar trabajo no da licencia para contaminar

¿Se podrá generar trabajo sin contaminar? ¿Es una actitud responsable convertir nuestras playas en basureros? ¿Cuál es el compromiso de los empresarios con el entorno? En lo personal creo que no es justo ni ético convertir en vertederos ese mar que tanto alimento, alegrías e imaginario nos ha entregado. Estas actitudes de antipatía son una falta de respeto tanto a las comunidades humanas como a los animales. Los cisnes, por ejemplo, están haciendo sus nidos con plumavit, cuerdas y plásticos. Las aves están comiendo plumavit y mueren.

¿Cuántos cientos de años permanecerán esos trocitos de plumavit en el ambiente? El problema es enorme. El año 2017, el Laboratorio para el Análisis de la Biósfera de la Universidad de Chile, realizó un estudio sobre la contaminación en playas de Chiloé. Parte de los resultados señalan que sólo tres playas de la zona centro-oriental del archipiélago suman cincuenta toneladas de basura. El problema es gigantesco.

No está en discusión que las empresas generan trabajo y con ello el sustento mensual de las familias que habitan este territorio, pero vuelvo a la afirmación del subtítulo, soy un convencido de que se pude dar trabajo sin contaminar. Sólo hay que partir de la base de tener un mínimo de conciencia, respeto y amor al lugar que nos da de comer.

¿Quién debe limpiar las playas?

Hace 19 años se creó el Reglamento Ambiental para la Acuicultura (RAMA), en su artículo 4 se establecen dos puntos importantes. Uno de ellos es que la empresa “mantener la limpieza de las playas y terrenos de playa aledaños al centro de cultivo de todo residuo sólido generado por la acuicultura. Otro establece que se debe “utilizar elementos de flotación que no permitan ningún tipo de desprendimiento de los materiales que lo componen”.

Si miramos ligeramente vemos que hay centros de cultivo que no cumplen el reglamento y es deber de los concesionarios limpiar las playas adyacentes, aunque no sean ellos los responsables de contaminar. También se infiere que tanto la Armada de Chile, Sernapesca y la Superintendencia de Medio Ambiente, no están cumpliendo con su labor de fiscalización y sanción a los responsables. De lo contrario el problema no existiría. Han pasado años de la promulgación de este reglamento ambiental. Años de mesas de trabajo. Prórrogas. Perdonazos. Y el problema persiste.

Las limpiezas de playa de manos de niños, niñas y vecinos, si bien sirven para tomar conciencia del problema y limpiar puntualmente, no solucionan la causa del problema.

¿Cómo avanzamos?

Si bien muchas empresas de choritos han sustituido sus flotadores de plumavit por boyas plásticas, muchas otras siguen incumpliendo el Reglamento Ambiental de la Acuicultura. ¿Cómo hacemos para que Chiloé no se convierta en el archipiélago de los desechos? Por un parte, las empresas (de gran o pequeña inversión) deben tener un cambio de actitud ante el impacto negativo que sus ganancias generan. Por otra parte, las instituciones fiscalizadoras deben ser más rigurosas y efectivas en sus penas. También las mismas comunidades deben tener una actitud activa y denunciar ante Sernapesca estas irregularidades.

Finalmente, si se quiere hacer el bien, no se necesitan leyes para actuar.

Álvaro Montaña Soto

Agrupación DEFENDAMOS CHILOÉ

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